Hay muchas formas de tener relaciones a largo plazo. Desde pésimas a buenas. Y en todas la constante es que siempre cambian. No soy la misma persona que hace veinte años, definitivamente para peor en el lado físico, pero espero que para mejor en lo de adentro. ¿Por qué habría de suponer que las personas a mi alrededor no pueden cambiar, peor aún, que no deben hacerlo?
Lo cierto es que las relaciones son como un barco que va perdiendo piezas en cada tempestad. Al salir de ellas no se está indemne, hay que cambiarle piezas. Y esperar que éstas cacen para poder seguir avanzando. El problema es que uno no siempre encuentra el repuesto. O no le gusta el resultado de la reparación. O no reconoce lo que va formándose. Y así perdemos el interés en seguir una travesía en conjunto.
Quisiera decir que el resultado de muchas tormentas es siempre un fortalecimiento. No es cierto. Pero sí sé que para lograrlo, hay que estar preparados para cambiar. Transformarse. Y aprovechar los mares calmos.