Hola Mama. Ya pasó otro año y te recuerdo bien a mi edad. Me pasaste una pastilla para la tos a media misa de mis quince para que no estuviera haciendo ruido en la ceremonia. Todavía siento el gusto amargo/dulce de la medicina. Creo que por allí tengo las fotos, tú vestida de azul.
A ver, recuento de los daños de este año: estoy en un programa de radio haciendo análisis político. Imagínate. Si la que estaba siempre enterada de las noticias eras tú. Mi papá te decía que leías hasta el canto de las hojas de los periódicos. Pues así estoy un poco ahora, chilero, la verdad. Es un ejercicio en absorción rápida y juntar piezas para poder darle forma a lo que uno intuye. Me cuesta todavía que mi boca vaya a la misma velocidad que mi cerebro, pero creo que cada vez me sale mejor. Es divertido/abrumador estar un poco bajo la lupa de mucha gente. Ya me voy acostumbrando.
Los niños, Mama. Los niños están divinos. Cada vez platican más rico y las comidas en familia son interesantes y divertidas. Hay que estar atento a todo porque si se te escapa algo ya perdiste el hilo y no hay quién te explique qué está pasando. JM ya está más alto que Mario, Mama, es enorme y flaco y lleno de barros y no se corta el pelo y se viste horrendo y a veces amanece todo adolescente insoportable. Pero a veces me da un beso y un abrazo y me derrito y me sonríe y a veces se acuesta un rato en mi cama antes de ir a dormir y recuerdo que soy su mamá.
La niña está cada vez más linda, con una sonrisa que ilumina el mundo y el carácter de general del ejército de Napoleón que agradezco que haya sacado, pero con el que me toca lidiar. Belleza, Mama, allí manejando su condición con una entereza casi elegante. Demasiado para sus añitos, pero es lo que le ha tocado y ni modo. Está aprendiendo a hacer lo que puede con lo que tiene. Da los mejores abrazos del mundo, quiere estar vestida «fashion», pero aquella tu moda… Y la he visto crecer, no se fue y no tengo vida suficiente para agradecer la suya.
Tengo perros, Mama. Dos, de hecho. Pastores alemanes enormes. Al principio me daban un poco de miedo, supongo que algo de temor me quedó de la mordida, pero como me hacen caso, ya me siento mucho más cómoda con ellos. Son divertidos y cariñosos. Qué bueno que entre la niña y Mario me convencieron de tenerlos. Los gatos se quedaron en el segundo piso y tenemos implementada una efectiva Apartheid.
Casi me hago el pollo con almendras de mi cumpleaños, pero me dio pereza. Ya me lo haces tú más tarde. El pastel de semilla de amapolas también.
¡Ay! Tengo suficientes libros nuevos por leer para que me duren unos seis meses, soy tan dichosa. ¿Cuándo nosotras con tanta abundancia? Te hubiera gustado Stoner, creo. La que leí de Gustavo también. Cien cuyes. Debimos haberla leído y comentado hace 18 años, Mama. Yo casi no he escrito este año. No he tenido suficiente material, o tiempo, o ganas. Tal vez lo retomo aunque sea para escribir postales y no mandarlas, no hay correo.
Te sigo extrañando y eso no se quita con los años, se esparce. Léele esto a Papa, porque, conociéndolos, algo se hablan. Te quiero. A los dos.