Todo cambia

La impermanencia es algo que cuesta entender cuando uno es joven. Cree que siempre va a ver a la misma persona en el espejo, que siempre va a poder comer pastel sin engordar, que el amor dura para siempre. Aferrarse a las cosas, a los estados del ser, es lo más inútil que hacemos. Y lo hacemos todo el tiempo. Cuando es el mismo tiempo el que nos saca del lugar donde nos creemos anclados.

Mis hijos están pasando por edades por las que yo ya he estado, por mucho que quisiera que siguieran siendo mis bebés. Aunque, recordando los desvelos, tal vez no añoro tanto esa etapa. Y, aunque yo ya pasé por allí, no es lo mismo. Pretender que ellos tengan reuniones iguales, se vistan como yo lo hacía, escuchen la misma música, sería sufrir sin sentido. Porque yo también cambio con ellos.

Saber que todo es impermanente, ayuda a fijarse en lo que está pasando ahorita. Que es lo único que existe. Y que le da paso a lo que viene.

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