Hoy dije una barbaridad al aire. Me salió sin pensarla, como cuando a uno se le salen las palabras de una canción. Es inevitable que a veces uno no se tome el tiempo de autoeditarse en vivo.
Escribir tiene la ventaja del tiempo. Uno puede regresar a revisar lo puesto, cambiar alguna palabra, ser más preciso con la intención. Aunque eso lo hace menos inmediato. En el calor de un beso, uno quiere escuchar el “te quiero” allí mismo, no en una misiva dos semanas más tarde, por muy bonita que sea.
Igual se me sale el mal genio, basta con frotarme un poquito el botón del ensatane. He aprendido a hacer espacio entre el estímulo y la reacción, pero a veces esa distancia es corta, muy corta. Espero volver a ajustar los filtros. Y a separar las dos orillas de mi comportamiento. Mañana.