Siempre puedo hacer más

Hoy tocó hacer las últimas galletas del año. Me he dosificado muy bien la horneada a comparación de Navidades anteriores. Sólo he hecho cuatro recetas, espaciadas en otras tantas semanas. Tal vez por eso es que han durado tan poco y, para cuando hago las siguientes, ya no quedan ni las migas.

Antes, eso me hubiera dado angustia. Porque tenía en la mente los frascos aparentemente interminables de galletas en casa de mis papás. Parecían llenarse por ensalmo. Claro que la magia venía del esfuerzo de mi mamá y todos nos beneficiábamos. Yo pretendí hacer lo mismo muchos años, hasta que tuvimos la crisis con Fátima y decidí no tener tentaciones. Ese año no horneé casi nada. Tampoco eso fue bueno.

Ahora, después de un día de horneo moderado, hay galletas en cantidades razonables. Si se acaban, hago más. Y ya. No pasa nada.

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