Sucede algo muy extraño con los botes de semillas en la casa. De un día al otro, están vacíos. Y, de una semana a la otra, la ropa me queda apretada. Extraño que esas dos cosas inconexas sucedan de forma concurrente.
Todos tenemos pequeños gustos que trascienden lo meramente físico. Algo que nos consuela y alivia y apapacha por dentro. La comida es un atajo fácil, por los efectos neuro-químicos que tiene. Pero hay otros detonantes, la música, los olores, una película. Todo tiene que ver con los recuerdos y esa sensación de cariño que nos invade. Recordamos, a nivel celular, el lugar donde fuimos amados y lo tratamos de replicar. Y está bien. Pero hay algo aún mejor: sentirnos así ahora, con cosas nuevas, con lo que hay.
Los helados, las galletas, las semillas. Buenos atajos, aunque me ensanchan. La música nueva, mis hijos, la silla que me gusta y todo lo que puedo disfrutar ahora sin que me engorde. Por allí va la felicidad.