Se borró lo que escribí ayer acerca de mis gatos y cómo se murió el gato viejo que fue el primer animal que fue mío y de cómo aprender a ser un gato para tener amores más duraderos. Aunque quisiera, no podría volver a escribir el mismo texto. No sólo porque los escribo y los olvido, sino que ya ni siquiera tengo la misma idea hoy temprano. Es como comprar algo y al día siguiente devolverlo porque la persona que habita en mi clóset es una tirana que no acepta cualquier cosa. Y la entusiasta que sale de compras cree que todo le va a quedar bien sin probárselo.
Cambiamos tanto, que decir que somos una u otra cosa sólo son piedras de apoyo para vadear un río caudaloso. Si no nos anclamos en ellas y seguimos en movimiento, tienen validez. Pero si pretendemos quedarnos sólo en una, ignorando las demás, nos va a llevar la corriente. Porque el cambio es inevitable y sólo podemos aprovecharlo o negarlo. Seguro la segunda opción no es la más sana.
Sigo creyendo que uno puede aprender a cómo ser en una relación de un gato, pero tal vez por razones distintas a las que puse ayer. Igual no las recuerdo y tengo dos maestros en casa a los que puedo observar para más.