De pequeña era absolutamente fan de los cuentos de hadas. Particularmente me fascinaba el poder de las brujas de maldecir con la palabra y que se cumpliera lo que decían. Romper el encanto requería completar una serie de pasos que le tocaban al héroe. Siempre lograba deshacer la maldición y todos felices.
Vivir la vida sin fijarnos es estar en una especie de hechizo. Repetimos ciclos, caminamos sin ver, estamos trabados en pensamientos recurrentes. El peor de los maleficios es el seguir sintiendo una emoción negativa de algo que ya pasó. Sobre todo porque allí somos nosotros mismos los que nos mantenemos bajo una ilusión dañina. Seguir enojado, triste, frustrado, por algo que no está pasando es una maldición de la cual nosotros tenemos el poder de salirnos.
Cuando regreso a momentos duros como buscando volver a sentirme mal, trato de recordar que no son reales. Lo fueron en su momento, pero ya no. Y allí rompo el hechizo.