Reorganización

El primer día de cualquier cosa es un caos. Y entendamos caos como ese orden desordenado cósmico en el que de todas formas todo funciona. Al menos así quiero creer que fue hoy, entre impresiones de tareas, enviados de comunicados, esperas de entregas y todo lo que implica no salir de casa. Ya vamos por medio día del martes y mis hijos siguen vivos. Todo bien.

Pero no se puede vivir en caos y para eso están listos los fólders de colores, los horarios de actividades, mis videos de ejercicio y una tomada de pulso de mi abastecimiento de vino. Me tiene que alcanzar.

Luego del año pasado, nos tocó incorporar un elemento completamente nuevo y disruptivo a nuestra rutina: la diabetes de Fátima. Todo nuestro esfuerzo en estos doce meses ha sido que nuestra vida vuelva a su normalidad, con ese pequeño detalle extra incorporado. Ahora es al revés: un cambio total de rutina para poder tener los mismos resultados.

No tenemos un año para lograr hacerlo, apenas un día, porque si no encuentro la forma de mantener a los engendros ocupados, productivos, sanos y felices, el coronavirus va a ser una pantufla al lado de cómo me voy a poner. Así que, invocaré todas mis habilidades para poner el caos en cajitas. Y el resto, que salga como pueda.

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