Cuando conozco a alguien que me interesa, le hago muchas preguntas. Todas aparentemente tontas. Mi favorita es cuál es su sabor favorito de helado.
Es difícil definirnos a nosotros mismos. ¿Quiénes somos? ¿Nuestra profesión? ¿Nuestra ocupación? ¿El estado civil que tenemos? ¿Nuestros parentescos? ¿Nos suscribimos a una concepción budista de la personalidad, es decir que no existe? ¿Somos esa voz que nos habla dentro de la cabeza? ¿O simplemente somos lo que estamos siendo en ese momento?
Me gustan las preguntas de preferencias, porque revelan mucho más de la persona que un simple, ¿usted qué hace? Pedir que me cuenten la primera cosa bonita que se recuerdan. O con quién pasaran una cena. O sus día favorito. Me gusta que la gente se describa sin saberlo. Y me da una mucho mejor idea de quién son.