No hay forma de estar preparado para las cosas inesperadas. El concepto mismo es una contradicción porque no hay lugar más vasto que el de la ignorancia de lo que ignoramos. A ver, yo sé que no sé hablar ruso, pero no sé cuántos otros idiomas no puedo hablar porque no los conozco todos. Y eso de algo tan poco misterioso como un idioma.
Pero también están las cosas que uno espera y aún así sorprenden: la muerte de los padres, que los hijos crezcan, las señales del tiempo en el rostro. Nada de eso es desconocido. Es más, hasta el sentimiento que acompaña un aniversario complicado pesa en el corazón de forma que no nos esperamos.
Todo esto me sirve para darme cuenta que no puedo hacer nada para predecir por completo el futuro. Y que lo que me sucede ahora, en este momento, es lo que vale y siempre, siempre es nuevo. La capacidad de asombro me debería mantener entretenida el resto de mi vida.