Las palabras se las lleva el viento. Que no era algo malo, entiéndase que ese proverbio griego alababa lo efímero de una palabra pronunciada, lo poético que vuelen, hasta dónde pueden llegar y cómo cambian. Lo escrito cae como piedra. Y, sin tono de voz ni contexto, a veces pierde la intención original.
Cuando uno escribe la intención de dos personas, trata de dejarla plasmada de tal forma que se entienda, aún y cuando a los involucrados se les olvide qué querían. Peor aún, cuando ya no están. Obvio, eso es casi imposible.
A mí me encantan las cosas por escrito. Pero me gustaría que fueran con tono y gestos, porque a veces el texto se queda corto. Pero dejo que el que me lea lo ponga y tal vez gano con la interpretación.