No soy buena jardinera

Tengo una violeta en la cocina que florea muy bonito. Es la única planta que da flores dentro de mi casa. Soy tan mala con ellas, que hasta se me murió una suculenta. Cada quien tiene sus gracias, lo mío son los niños y los animales. Y las relaciones. Ésas sí las cuido bonito.

Una planta es una excelente metáfora de una relación, porque, generalmente, dan lo que uno les pone. La atención, los nutrientes correctos, el lugar adecuado, el cariño, todo da frutos, literalmente. Así con las personas. A veces uno se encuentra con relaciones que requieren cuidados más delicados y a veces termina uno cuidando cactus que no dan pero ni espinas. Depende de uno si está contento con eso o no.

Tengo una buenísima mano para cuidar de la gente que quiero. Pero, con los años, me he dado cuenta que a veces la única que pone de su parte en conseguir florecitas soy yo. Y me canso. Las relaciones no son transaccionales, pero tampoco son un agujero en el mar que se traga toda el agua que uno le pone. Algo debe de haber de correspondencia. Conocer eso, saber cuánto está dispuesto a estar uno pendiente, por cuánto tiempo puede esperar y hasta dónde, es una de las lecciones más liberadoras que me ha dado la vida. Tal vez no me salgan flores de las plantas, pero satisfacciones personales de relaciones profundas y correspondidas, sí que estoy aprendiendo a tener.

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