En tiempos en que no existían los espejos, nos mirábamos en el rostro de los demás. El sentido de pertenencia era mucho mayor y por lo mismo cualquier defecto segregaba a la pobre persona afectada. También eso hacía que la expulsión del grupo fuera hasta despersonalizadora: ya no se tenía alguien en quién reflejarse.
¿Qué nos están haciendo las mascarillas? ¿Nos estaremos deshumanizando? Seguro nos bajan dos grados o más de empatía. No se puede uno proyectar en la situación del otro si no tiene ni idea de cómo se ve.
La humanidad va a tener que decidir si usar algo que cubra nuestros rostros nos acerca por el hecho de hacernos ver más parecidos, o nos aleja porque no podemos identificarnos. De mi experiencia en los últimos días, lamentablemente he visto más lo segundo.