Estoy dando mil vueltas y encima, fui a gastar mi tiempo en el salón, como si tuviera horas extra en el reloj. Parece que es mi destino, esto de sentirme siempre empujada hacia delante por cosas que tengo qué hacer. Tal vez por eso también le dejo de poner atención a lo que ya pasó.
Nos llenamos de ocupaciones, como si la vida fuera hacer cosas y rara vez tenemos la dicha de apreciarla. La muerte de seres queridos puede darnos una pausa, pero lamentablemente, es una lección que no aprendemos siempre.
Me tronó la mandíbula comiendo hoy, lo cual me indica que he estado rechinando los dientes del estrés. Y la pregunta principal es ¿se va a morir alguien si yo llego un poco más tarde de lo usual a hacer el almuerzo o si pasan un par de días más sin planchar las camisas? La respuesta es obvia. Ahora sólo me la tengo qué creer, porque así como voy, el tiempo que tengo no me alcanza ni que tuviera una máquina de hacerlo.