Con mi mamá nos contábamos la vida en detalle administrativo. Las cosas pequeñas de todos los días, una narrativa sin cortar. Era una excelente base para construir conversaciones más complejas, menos comunes. Ya teníamos los bloques principales, el resto sólo consistía en arreglarlos.
La vida no sucede de momento importante en momento importante. Nos está pasando todo el tiempo y, así, corremos el riesgo de perderla entre tanto detalle constante. Narrarse uno un momento aparentemente inocuo del día asienta la existencia. Yo vivo. La rutina me lo afianza.
La gente que yo quiero tiene mi atención irrestricta. Para todo. Porque todo lo que hacen es importante y yo quiero conocerlos. La gente se aleja cuando se deja de interesar por lo granular del otro. Y a mí me encanta que me narren sus vidas.