Yo no quiero más. Lo quiero todo. Y lo tengo, pero no todo el tiempo. Porque es como comer la hamburguesa y las papas con cerveza. No cabe todo junto en la boca al mismo tiempo y, aunque así fuera, no sé si me gustaría.
Por otro lado, siempre quiero algo que no tengo, así voy de antojo en antojo y, menos mal, no me doy todos. Se salta de experiencia en experiencia, aunque sean repetidas. Lo que hay que aceptar es que no todos los bocados son agradables y la vida lo obliga a uno a comerse lo que le sirve y no retira el plato hasta que uno se lo acaba. O se lo vuelve a poner a uno enfrente. Una y otra vez.
Siempre voy a quererlo todo. Y espero aprender a que me sea suficiente lo que tengo enfrente.