Me voy a contar una historia que ya sé

El elemento de la sorpresa es, sin duda, el cimiento de toda buena historia. Nada más frustrante para lectores que ya llevan leído varias veces su peso en papel, que saber hacia dónde va una narrativa. Pero, para los que escribimos como ocupación (remunerada con éxito o no), sabemos que no hay cosa más difícil que encontrar cuentos nuevos qué contar. Todo, todo ya está dicho. Desde antes que lo pudiéramos escribir, ya lo sabíamos. Todos los desenlaces posibles.

Nuestras propias vidas tienen finales con que nos marcaron desde que nacimos. Creer que uno se va a escapar es vivir en otra dimensión. Y ni así es suficiente.

Pero, (palabra fea para comenzar una frase, pero a veces sirve), lo que sí podemos hacer es contarnos las cosas de una forma diferente. Avisar que son cosas que ya sabemos y hacerlas interesantes de todas formas. Porque a veces lo importante no es el final, si no cómo llegamos a él. Todos los caminos, por muy recorridos que estén, ofrecen oportunidades para fijarnos. En algo, lo que sea, una piedra, la temperatura del viento, la nada.

Yo quiero contar historias. No puedo inventar nuevas. Pero sí puedo ofrecer una perspectiva diferente a las que ya existen. Es la mía, nadie más la tiene. También por eso me encanta escuchar a los demás.

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