Tenía trabada la espalda. Fui al quiropráctico a ver si me alineaba. Me despegó la piel de los huesos y sentí como si la columna fuera una especie de líquido que truena. Raro. Aún no sé si rico. Puede que el shock del tratamiento me esconda lo trabada que estaba.
Si tan sólo fuera tan fácil enderezarse por dentro como es tronar un par de huesos. Que en verdad se alinearan los centros de energía para que uno pudiera fluir mejor, con más ánimo, menos trabas. Pero ese trabajo no es superficial ni se va con una crema que se calienta sola. Abrir en donde uno duele de sentimientos y mejorar es tan difícil como reencauzar un río. Y a veces las emociones quieren regresar a donde estaban antes. O el rebalse se rompe y lo inunda todo. Sumergirse en el interior líquido que ahoga es tan fácil como hacerlo en una tormenta en el océano.
Yo sé qué hace que me duela la cintura. Lo evito con ejercicio y dieta y a veces una tronada. Lo de adentro aún lo estoy trabajando porque es una corriente que regresa y me vuelve a arrastrar cuando menos lo pienso.