Hace añales. Pero a veces lo cuento como si hubiera sido ayer. Así como uno cuenta del día que conoció a la pareja, de cómo fue el emba rade sus hijos, la vez que lo despidieron y no tenía ni para regresar a casa.
Hay eventos personales que nos marcan la vida y podemos partirla en un antes y un después. Lo malo es que a veces nos quedamos reviviendo esos momentos fuertes y nos perdemos los que vienen. Porque siempre vienen más. Y no sólo los que parecen grandes y portentosos, sino todos los que se suceden. Es igual de vital un día en el que no pasa nada memorable que uno en que sí.
No ponerle atención a lo que sucede ahora por estar pensando en lo que nos sucedió se puede volver un impedimento para ser feliz. Me refiero a la felicidad como la línea base de la personalidad, no a las alegrías de momentos específicos.
Trato de fijarme en lo que tengo enfrente todos los días y guardarlo bien. Porque las cosas que pasaron y me marcaron, sólo son eso, cosas que dejaron alguna huella pero que yo puedo decidir cómo seguir. Como el perro. No me dan miedo. Aunque nunca me han gustado.