Es interesante que el fenómeno de dar regalos para Navidad sea hasta objeto de estudio económico. Leí hace poco que se «pierde» mucho dinero comprando cosas que no les gustan verdaderamente a la gente. Y es que hay un arte en dar cosas que nadie ha pedido y que no saben a veces ni que existen. Tan parecido a ofrecer sentimientos.
No me voy a poner a hablar de la locura que se ha vuelto dar regalos en esta época, eso ya se ha dicho suficiente y cada uno hace lo que quiera con sus cosas. Pero sí me parece fascinante que haya menos personas verdaderamente satisfechas con lo que les dan que la ilusión con que les compran las cosas. Tal vez es una cuestión de auto-conocimiento y aceptación. Si uno lo que quiere es quedar bien, hay que dar algo que la otra persona quiera. De verdad. No lo que uno quiere que le guste.
A mí me gusta recibir regalos. Nunca tengo expectativas de lo que voy a recibir y casi siempre quedan bien conmigo con cualquier cosa, cuando quiero a la persona que me la da. No me pasa lo mismo con gente que me es indiferente. Allí cuesta más. Y tal vez en eso está el secreto de encontrar el regalo ideal: querer a la persona, no sólo conocerla. Para todos los demás, si tanta es la gana de dar algo, siempre sirven los excelentes sobres con dinero.