Hace poco conté un recuerdo que, según yo, ya era conocido. Resulta que nunca lo había hablado, a pesar de ser fundamental en mi crecimiento. Tal vez por lo mismo, por no sacarlo e inspeccionarlo, siguiera nítido en mi memoria. Igual de duro, de doloroso, los colores perfilados y con sabor a angustia.
Es sorprendente que cambiamos nuestros recuerdos con cada “uso”. Como si se tratara de figuras moldeables a las que les imprimimos una nueva huella cada vez que las tocamos. Puede ser que examinamos el momento desde un par de ojos distintos, que se mezclen con otros sucesos o que, simplemente, olvidemos los detalles.
Podría angustiarme, suponiendo que nada de lo que recuerdo realmente sucedió así. Pero, como no se trata de la Historia de la humanidad, sino de la mí propia, si la forma en que tengo memoria de las cosas me ayuda a la que soy hoy a mejorar, da lo mismo que no sean precisamente un video fiel. Pueden ser falsas y sentirse verdaderas, mientras lo que suceda sea que me sirvan.