Si me ponen a planificar un viaje, es probable que les diga dónde queda hasta el más mínimo detalle y qué hacer en el día. Tener itinerarios y planes y anticipar comidas, para mí, es parte integral del viaje en sí mismo. Siento que se me extiende la vacación. Pero… rara vez me han salido exactamente los planes como los he hecho. Porque la vida y el clima y el mundo no se acoplan a lo que uno decide. Es al revés.
Planificar con éxito tiene mucho qué ver con tener una meta en mente, una ruta posible y flexibilidad. La última es la más importante si uno quiere terminar en donde lo previó, a pesar de cualquier circunstancia. Es la capacidad de sobrevivir una tormenta, ver hasta dónde se desvió uno del curso, y retomar el camino.
Ser flexible de cuerpo me ha tomado añales. La mente se me queda un poco atrás, porque a veces me encariño demasiado con mis planes y olvido que lo importante es la meta. Por eso, ahora cuando planeo una vacación, dejo días de cero planes.