Todos los que vivimos en el mismo momento del tiempo compartimos referencias culturales. No hay forma de escaparnos de, aunque sea, haber escuchado las mismas expresiones populares, haber oído hablar de los mismos programas de televisión, la misma música… Tengamos afinidad con ellos o no.
Las cosas que nos unen son de lo más sencillas, por supuesto, pero nos amarran como sociedad y nos dan un sentido de pertenencia con un grupo. Pocas cosas nos definen como humanos como pertenecer a un grupo.
Es cuando nos salimos de esos espacios en los que todos nos sentimos cómodos, que nos comenzamos a separar del grupo al que creemos que pertenecemos. No hay forma de ser un individuo sin diferenciarnos de los demás y eso muchas veces implica no estar de acuerdo. Con actitudes, con valores, con expresiones. Y está bien. Todos tenemos derecho de ampliar o estrechar el círculo de cosas que estamos dispuestos a adoptar en nuestra existencia.
Yo tengo mucha afinidad por cosas muy estrechas. Y por eso es que me cuesta entablar amistades, porque espero un comportamiento específico de la gente que quiero y eso no siempre se obtiene. Mi mundo emocional es pequeño y yo ya aprendí a estar en paz con eso.
Los lugares comunes son simpáticos, pero no siempre coinciden con los de otras personas. Y eso está bien.