Las puertas que hay qué cerrar

Dicen que el mundo da vueltas y uno no debe quedar peleado con nadie porque no sabe si se lo va a volver a topar. Y, en principio, estoy de acuerdo. Pero también es cierto que hay puertas por las que uno no quiere volver a pasar.

Romper relaciones es delicado. Son igual que los huevos, las cáscaras no se pueden volver a armar jamás. Pero algunas quedan bastante bien y se pueden hasta decorar. La relación ya no existe, la vida sigue y no deja uno un desierto por donde pasa. Todo eso está mejor que sembrar los campos con sal para que nada vuelva a crecer.

Supongo que hay una diferencia sensible entre terminar las cosas con firmeza y no regresar, a comportarse como animal y no poder hacerlo. A pesar de eso, yo sí prefiero no volver a coincidir con algunas personas, por mucho que me gire la vida.

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