La vida se parece más a una montaña rusa de lo que uno cree

Y no lo digo por las vueltas, bajadas súbitas, subidas trabajosas y el sentimiento general de aceleración. Si no a las colas para entrar, las múltiples paradas, el avance lento pero encaminado que se hace mucho antes de subirse al carrito.

No nos pasamos, menos mal, toda la vida queriendo vomitar y con la adrenalina hasta el tope. Los minutos que hacen el bulto de nuestro tiempo son, más bien, una sucesión ordenada de tics que nos marcan el ritmo de los días. Los seguimos, como se siguen las reglas en un parque de diversiones. A veces hay más emociones juntas y a veces estamos demasiado cansados para darnos cuenta de lo que hay a nuestro alrededor.

Tal vez en lo que definitivamente no se parece la vida a las montañas rusas es que siempre sabes en dónde terminas. Y tampoco puedes estar seguro que la emoción que sigues te vaya a gustar. Pero… la alternativa es hacer cola para siempre y eso suena un desperdicio muy grande del precio de la entrada.

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