Entre las cosas extrañas que me pongo a escuchar están los podcasts de neurociencia. Es fascinante que se pueda tratar de descifrar la mente con imágenes. Sobre todo entendiendo cómo se conecta el cerebro y hay comunicación en un órgano que, básicamente, vive dentro de una cámara oscura. El mundo como lo percibimos es un simple constructor de nuestra mente que interpreta los impulsos de sus sentidos. No hay más. Ni siquiera sabemos si es cierto todo lo que llegamos a «entender».
Dentro de todo eso, lo más aterrador/liberador, está el hecho de admitir que no existe tal cosa como la verdadera objetividad, porque siempre sólo podremos tener un punto de vista: el nuestro. Pero allí está la gracia del entendimiento: que tenemos la libertad de cambiar, simplemente con el cambio de nuestra forma de pensar acerca de las cosas. Un mismo acontecimiento se puede ver desde varios puntos de vista y no todos nos ayudan. Encontrar la forma de liberarnos del peso del pasado, para poder acceder a mejores experiencias en el futuro, es el verdadero ejercicio positivo de la voluntad.
Hay mucho qué hacer y no es automático. Ojalá así fuera. Y hay muchos elementos químicos que también interfieren con la simple conducta. Pero se pueden identificar y hasta arreglar. Qué alivio saber que la verdadera libertad está en nuestra cabeza y que allí, sólo tenemos llave nosotros.