Si le creemos a la canción, hasta la belleza cansa, el amor acaba. Cosa que es complicada de asimilar cuando uno está lleno de mariposas en el estómago y no puede hacer otra cosa que pensar en esa persona. Esa etapa es alegre, claro. Pero termina.
No hay nada infinito. Nada. Le asignamos más valor a las cosas más escasas, como si la limitación fuera algo agradable. Y dejamos de fijarnos en lo que abunda a nuestro alrededor. Debería ser al revés, porque probablemente nuestra existencia está hecha de cosas cotidianas.
Lo cierto es que nada dura para siempre. Porque nada permanece estático. Todo cambia, acabándose en la forma que lo conocemos y transformándose en algo más. Y allí está la belleza de las cosas: en darnos cuenta que van a cambiar y que sólo cansan cuando no lo hacen.