La cara de la verdad

Conocemos las cosas tan a medias, que decir que sabemos la verdad es una mentira parcial. En una conversación, hay una diferencia enorme entre lo que se dice y lo que se entiende, luego, aún está el componente de lo que se recuerda. Entre las cosas que yo solía hacer cuando trataba con clientes era seguir una conversación telefónica con un correo que rezaba como ensalmo: «de acuerdo a lo platicado con usted hoy…», porque sufrí las consecuencias de los malentendidos, sobre todo en cuestiones de tiempos y cobros. Los clientes siempre entienden que las cosas salen antes y cuestan menos.

Lo cierto es que hay cosas fácticas que no tienen dos versiones: el fuego quema, el agua moja, el hielo es frío. Y, aún así, puedo asegurar que hay gente para la que una llama no es tan caliente como para otra y el frío no lo es tanto y el agua, pues tendrán impermeables y no la sienten. La verdad, eso que proceso nuestro cerebro para darle forma a nuestra realidad, es plástica.

Adaptarse a lo que percibimos, estar abiertos a que el otro no necesariamente lo tiene igual de claro, o tal vez sí, pero lo entiende diferente y navegar en un mar cambiante, pero con un faro al final del camino, es lo más que nos podemos acercar a tener una verdad propia. Para todo lo demás, están los textos a los cuales uno puede regresar para enseñar que, efectivamente, dijo que en esa fecha era la fiesta a la que había que ir.

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