Todo lo que sé de la belleza
se lo aprendí hoy a un plátano maduro
pasado de viejo, de mal color y peor aspecto
sin posibilidad de salir en una portada
atrás sus días fotogénicos
arrugado, si tuviera ojos, los rodearían surcos
no le quedaba nada de firme
más cercano el ataúd de la basura que el árbol de su nacimiento
totalmente inapetecible, por fuera,
pero un tesoro de dulzura por dentro
perfecto para comerse entre risas de almuerzo
bello, inmensamente bello.