Ven, que te quiero platicar de todo lo que no somos iguales a ayer. Pasó una noche, buena o mala, comimos rico o no y estuvimos cerca de personas a las que queremos, o al menos eso espero.
Todos los días que pasan puede que hagamos lo mismo, pero no somos iguales. Porque siempre hay una pieza menos en nuestro cuerpo, una célula nueva que la sustituye, un patrón de pensamiento distinto porque ya tiene otra información. La diferencia entre nosotros y un programa de computadora normal es que incorporamos todo lo nuevo a nuestro acerbo de experiencias y nos adaptamos al cambio, aunque sea para no aceptarlo.
Hoy no escribo igual que hace tres años, me falta la frescura de los temas primeros, pero lo hago con más soltura y por eso sigo. Supongo que aprender a mejorar, no sólo a cambiar, es la clave para encontrar más felicidad de la que voy dejando atrás.
¿Ves cómo cambiamos siempre y dejamos de ser los mismos?