Se acerca mi cumpleaños. La vida pasa en todo momento, no sólo en fechas específicas. Aún así, les asignamos importancia porque nos sirve.
Cumplir años va pasando de pedir la piñata del personaje de turno y esperar regalos, a hacer parrandas, a no querer nada, a aceptar felizmente que es un día más. Que cada día es especial. Y que la única persona que tiene obligación de hacerlo sentir importante a uno, es uno mismo.
Hay un riesgo delicado entre ser narcisista y tener una buena autoestima. La diferencia principal está en que, el primero exige que el mundo gire a su alrededor y el segundo tiene un mundo interior propio qué compartir. Es como ser vanidoso y tener autoconfianza. Uno quiere que lo alaben para sentirse bien, el otro se siente bien solito.
Tal vez la vida es sabia y con el paso del tiempo nos va quitando los adornos externos de la juventud para regalarnos una forma más centrada de querernos. Es innegable que el tiempo se nota en el físico, pero si uno ha sembrado relaciones duraderas, experiencias edificantes y cariños cercanos, esa felicidad también se nota.
Ya va a ser mi cumpleaños y me siento importante. No por que me feliciten, sino porque estoy rodeada de personas que quieren hacerlo. Y porque, viendo todo lo que me hace falta mejorar en mí misma, creo que me gusto más hoy, que antes.