¡Feliz cumpleaños Mama! Ya pasó otro año, quince, de hecho, desde que te hago el resumen anual. Espero que ya te hayas enterado, pero igual aquí va:
Seguimos en una especie de suspensión de actividades extraña, pero todo eso me ha ayudado a escoger a qué ponerle atención. No todo en la pandemia es malo. Ninguno de nosotros nos enfermamos, todo bien allí. Logramos seguir todos juntos, no por falta de ganas de salir huyendo a veces, sino porque importa más quedarnos.
Ese nieto tuyo ganó la primaria, está bastante más alto que yo, quiere aprender a manejar (y yo lo estoy llevando un poco), juega todo el día con sus amigos en la computadora, le gustan las chicas (sin mucho discriminar), se levanta tarde, come mucho, a veces está insoportable y sigue siendo un buen chico.
La niña de tus ojos me enseña cada día a ser mejor mamá. Me reta, me hace revaluar mi conducta… Ganó el año y, como no pienso en cuestionar los milagros que me da la vida, no voy a preguntar cómo. Está cada día más linda, más segura de sí misma, más feliz. Para ella también han sido años complicados y siento un alivio enorme ver cómo ya va saliendo de su propio desierto.
Yo estoy bien. Al fin me operé el pie que me traía loca del dolor y, aunque todavía puedo ponerme tacones, ya puedo patear cosas con fuerza. Creo que eso me gusta más que los zapatos altos. Aprendí a planchar, cocino con gusto todos los días, todo el día, he escrito poco pero bien, me siento querida y estoy tratando de hacer las paces con hacerme vieja. Jodido eso, Mama. La edad se te viene encima de a poco, pero constante y nada la detiene. Leí tantos buenos libros este año, que me costaría recomendarte uno solo. Pero tal vez te pondría a leer un poco de Padura, que nunca compartimos.
Hice muy pocas galletas en diciembre, mejor no ponerle tentaciones a Fátima. Tu receta del mazapán sigue haciéndome sufrir y el Stolen este año quedó maravilloso. Sigo teniendo dos gatos, firme en mi negación a tener un perro, pero siento la presión arreciando.
Te sigo extrañando. Tanto. A veces siento tus manos suaves acariciándome la cara y tu olor dulce que no salía de ningún frasco de perfume. Quince años son bastantes, pero nunca suficientes para que me dejes de hacer falta.
Te deseo un lindo cumpleaños, donde sea que estés, te mando un abrazo fuerte, muy pegado y escucho tu voz diciéndome los cariños que nadie más me ha dicho. Gracias por dejarme tu recuerdo, aunque a veces me haga llorar de nostalgia. Hasta eso es dulce.