El proceso que no termina

Leo en un curso que me hice tomar que el cuerpo es un proceso. Ilustran el punto haciendo ver cómo cambiamos de células cada cierto tiempo. A lo que yo le añadiría que, al final de nuestra vida, resultamos siendo más bacterias que humanos. Supongo que es poético, que vamos dándole aventón a otras cosas mientras nos renovamos hasta que se nos acaba la gasolina.

Pero tiene una trascendencia mayor el hecho de admitir que el cuerpo no es estático, porque nos permite ver cómo cambiamos y cómo hacernos cambiar a lo que queremos ser. Si fuéramos algo inamovible, ¿en dónde quedaría nuestra esperanza de mejorar, de crecer, de ser diferentes? Sería igual a no poder aprender. Sabiendo que aumentamos nuestro acerbo de conocimiento, modificamos la forma en la que percibimos la vida, acumulamos experiencias, deberíamos poder traspasar esa certeza a lo que puede hacer nuestro cuerpo. Tal vez necesitemos un poco más de cuidado, un tipo de reeducación para vernos de otra forma.

Yo, al menos, tengo la esperanza de conseguir una paz con este proceso y que me lleve de la mano, no arrastrada, hacia la evolución a la que todos debemos acercarnos. Nada es para siempre, pero sí sabemos que siempre cambiamos.

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