Recuerdo que uno de los programas favoritos de mi mamá (y de media humanidad), era La Ley y el Orden. Era muy bueno, la verdad. Todavía se deja ver en una tarde de saturación de novedad. La parte del orden yo lo tenía clarísimo: todo en mi casa tenía horario.
Hacer rutinas nos da una sensación de control. Por eso hay tantos libros que enseñan a hacer agendas. La parte que también debemos aprender es que tenerlo todo ordenado siempre es imposible. Es más, es aburrido.
A mí me da paz el orden. Pero, igual que no puedo vivir con felicidad de comer sólo lechuga y pechugas, de vez en cuando necesito un poco de relajo. No puedo vivir allí, porque uno no puede tampoco vivir de TorTrix y helado sin joderse la salud. Hay que combinarlos. Tal vez en la vida, nuestro programa debería llamarse El Orden y el Relajo.