El miedo al sí

Uno pide lo que no tiene. Cuando es pequeño, que no tiene nada, pide todo sin miedo. Una nave espacial, un castillo, una magia. No hay límite. Pero uno crece y va adquiriéndose: una personalidad, unos miedos, unas inseguridades. Y deja de pedir porque le da miedo que le digan que no. O que le digan que sí.

El problema con la forma en la que crece el cerebro es que nuestras neuronas fijan las rutas de conexión entre sí a fuerza de repetirla. Y, como esa es el camino más frecuentado, es el más fácil y el que más se usa… Pero no hay una distinción entre una buena y una mala unión. Así terminamos con ideas arraigadas que no necesariamente nos benefician. Y creemos que no debemos pedir. Porque si nos dicen que no, nos va a doler y si nos dicen que sí vamos a tener que cambiar y también nos va a doler.

Yo quiero quitarme el miedo al sí y ser más flexible con mis hábitos. Aunque soy feliz con la rutina, porque me da paz, yo sé que me ancla y me hace temer al cambio. Ya debería saber perfectamente bien que los cambios vienen y nos arrastran hasta arrancarnos las uñas con las que nos aferramos a lo que conocemos. Me ha pasado.

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