El gato quiere salir

Estoy trabajando en la mesa del jardín. Es una buena forma de estar en el centro de la casa, viendo qué hacen los niños y no estar encima de ellos, suficiente lo hacen ya las paredes. Realmente es uno de los lugares más bonitos de la casa y estos días sin carros, parece uno de esos pedazos de mundo olvidados.

En la ventana, tratando de abrirla, está el gato queriendo salir. Antes lo dejábamos pasear un rato, pero un pájaro muerto y una panza abierta y operada dos veces después, desistimos de darle esa pequeña libertad. No contento con su destino, aprendió a abrir la puerta del cuarto de juegos, pasando noches enteras afuera, maullando y en un estado absoluto de felicidad. Ahora tenemos más cuidado, porque queremos al gato tonto y no queremos que se pierda o se lastime.

Supongo que los niños están un poco igual, queriendo salir. Puedo escuchar la voz pequeña de Fátima volverse cada vez más aguda e insistente, al niño dar vueltas por la casa sin terminar e sacar toda la energía que guarda su cuerpo en crecimiento.

Pero ellos tampoco pueden salir (ni yo, ni nadie), porque a ellos también los estamos cuidando. Espero que el mundo que nos reciba tenga espacio para todos.

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