Es lindo comenzar una historia sin saber el final. Pero sólo cuando es ficticia y uno la vive en la página o la pantalla. La incertidumbre es un alfiler clavado en la mano. Molesta todo el tiempo.
Tratamos de tener relaciones con su futuro expuesto. Decimos que nos vamos a tener hasta que la muerte nos separe, porque morirse es lo único certero que nos da la vida. Nos anclamos en expectativas y deseos y esperanzas, todas efímeras. Cuando deberíamos abrazar lo desconocido. Porque, sinceramente, no sabemos nada de lo que viene, sólo lo imaginamos.
El fin sólo se puede saber o a muy largo plazo o en el segundo inmediato. Todo lo que sucede en medio, es imprevisible. Y nos toca hacerle ganas, agarrarnos fuerte y disfrutar la sacudida.