La cosa más importante en una buena cocina es tener cuchillos con filo. De ese que corta una hoja en el aire. Es más seguro manejarlos cuando se deslizan sin esfuerzo al cortar, se hace menos presión y hay mucho menos riesgo que se resbale y adiós falange. Parece un contrasentido, pero es cierto. Claro, para tenerlos así, hay que darles mantenimiento, porque el mismo uso los va limando. Tomarse un momento para pasarles la piedra también es un acto de cariño.
Lo mismo pasa con la atención, que debe ser enfocada hacia las personas que queremos. Fijarnos en nuestra gente es indispensable para mantener frescas las relaciones. Cuando diluimos el interés, se nos escapan cosas importantes que luego nos pueden lastimar. Por supuesto que toma tiempo detenerse a fijarnos. A regresar a escuchar la voz que nos dice que nos quiere, a dar un beso por las mañanas al despertar a los niños, a ver los ojos que nos pierden. La alternativa es el desvanecimiento en el más aburrido de los casos y el derrumbe en el más aparatoso. Ninguna de ambas opciones es buena.
Yo uso la piedra de afilar navajas que era de mi papá. Les paso los cuchillos con mejor filo a mis hijos cuando me ayudan en la cocina. Y me tomo una pequeña pausa para recordar qué es lo que me tiene feliz en donde estoy.