Hay un momento en la existencia cuando uno sabe perfectamente bien que el tiempo no le pertenece. Para mí, es ocasiones como ésta: he pasado tres horas de mi domingo viendo un partido de foot del niño.
Compartimos nuestra vida con las personas que nos importan y metemos el cauce de nuestros días en recipientes comunes. No siempre logramos apreciarlo y siempre hay que reservarse aunque sea una pequeña parte para uno mismo. El problema es cuando uno usa ese tiempo en cosas que no son importantes y se va para siempre. Eso no se recupera.
Nadie es dueño del tiempo. Sólo lo dirige hacia un lugar o el otro. Y lo mezcla con el de las personas que quiere. Esta mañana se me fue en una banca incómoda. Y fue genial.