Ayer, escribiendo un texto asignado en un concurso, me hicieron pensar en algo que no me gusta. No podía ser ni un lugar ni una comida. Y pensé que la pregunta es aún más importante de lo que parece. Porque muchas de las cosas que hacemos son para evitar tener experiencias desagradables.
Cuando uno busca pareja, es más importante saber en dónde están los límites de lo aceptable que en si me gustan rubios o morenos. El dolor marca la pauta y es bueno saber qué no va uno a tolerar. Hay pequeñas infracciones diarias que hacen mucha más mella que una falta gigantesca. Al final del día, la vida se construye de lo que hacemos siempre, no de lo extraordinario que, generalmente, sólo ilumina en dónde están las grietas.
A mí hay muchas cosas pequeñas que me desagradan, como los malos modales en la mesa, la apatía, la mala educación. Cosas que considero son indicadores de una personalidad deficiente que no hace el esfuerzo de ser un poquito mejor. Y que un perro me lama los pies…