Días que se esconden

Volví a poner mis alarmas, aunque no tenga que salir de casa. Tal vez me dan una medida de seguridad en estos días que parecen desordenados, escondidos entre otros que se les parecen, pero que no son iguales. Esa semana antes de un año nuevo es una antesala, a algo que no sabemos cómo va a ser. Entonces dejamos que el tiempo de evapore, comemos de más, dormimos menos, tal vez para alargar la espera.

Cuando tenemos rutinas que nos llevan de un día al otro, su interrupción puede ser un descanso, o darnos ansiedad. Sería ideal que siempre fuera lo primero, pero este año casi cada intermedio en mi vida no ha sido bueno. Así que ahora que no hay karate, ni colegio, ni radio, que regreso a la cama después de hacer pesas y jugar con el perro, sé que podría haber hecho algo más positivo con esas horas y, heme aquí.

Supongo que no pasa nada de no hacer mucho durante una semana. Además, los días sí transcurren y se aproximan los ocupados con bastante más velocidad de lo que siento. Así que me quedan tres o cuatro mañanas más para buscar mi vida entre el frío y el café.

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