A veces, la rutina hace que los días sean muy rápidos. Amanece uno lunes y anochece domingo, y corre y va de nuevo. Es lo que toca, sobre todo con trabajo y niños y casa. Una actividad sigue a la otra.
Detenerse un momento todos los día ayuda a que la vida no se escurra como arena en un reloj. O sea, igual se va, pero al menos uno lo siente menos corrido. También hace que uno no dé las cosas por sentado. Nada es permanente y siempre hay algo nuevo en qué fijarse.
Salirse de la rutina, ponerse como dice la canción, al lado del camino, para mí no es una postura de alejamiento. Es de observación intensa, de alargamiento de tiempo y de retomar. Y en eso estoy.