El lenguaje sirve para tomar atajos. Las palabras nos dibujan símbolos generales de cosas que, en el contexto, logramos hacer singulares. Así, un árbol a secas no es lo mismo que el árbol exótico de limones amarillos de la casa vieja de los abuelos. Pero tomar atajos sirve, hace más fluida una conversación. Hasta que nos olvidamos de lo abstracto y creemos que es absoluto, sin tomar en cuenta que las cosas sólo existen en la realidad con sutilezas y diferencias.
Me gusta escribir cosas un poco en medio de lo nebuloso y lo completamente definido, porque creo que un lector agradece poner algo propio en lo que lee. Pero me fascina ser hasta exageradamente abierta a las particularidades de las personas con las que hablo, porque si no entiendo el contexto, poco voy a poder avanzar en la comunicación.
Las cosas materiales son absolutas. Sólo hay un limonar amarillo del recuerdo. Las ideas son abstractas y se pueden definir según la experiencia de cada uno y de la sociedad en la que vive. Y allí es donde más vale entender bien al otro, porque es muy fácil perderse tomando atajos. Pregúntenle a la Caperucita.