Hoy es el último día en esta exploración de cosas maravillosas y, como siempre, el día de viaje es uno perdido, como si necesitáramos un portal que nos transporte, no entre lugares, sino entre nuestros distintos yos. Espero haber aprendido a estar más tranquila, porque vine con muchas cosas pendientes de la vida que me espera al regreso, de esas que siempre hay porque la rutina no se va de vacaciones nunca.
La experiencia fue todo lo que me imaginaba y ahora me quedan unos días de estar en soledad casi completa, el contraste entre tanta gente y el silencio. Ambas cosas me gustan, sobre todo si las puedo alternar.
Ojalá el lugar a donde voy sea tan apacible como lo necesito y, de nuevo, lo que más me hace ilusión es dormir.