Llenar un formulario, a veces, requiere de cierto arte psíquico. Porque algunas preguntas están hechas más como enigmas y hay que entender la intención detrás. Cuestión de espacio. Y de conocimiento previo no compartido: todo eso que uno sabe y que no explica porque cree que no hay necesidad.
Esa presunción de partir desde un sitio común es muchas veces la fuente de muchas confusiones. Los que escribimos padecemos de esto en aún mayor medida o, al menos, se nos nota más. Porque contamos una historia que ya conocemos y omitimos detalles que nos parecen obvios.
Por otro lado, tampoco hay que remachar en hechos que todos saben, porque el agua moja en todas partes. Pero creo que prefiero repetirlo a no dejar claro lo que quiero decir. Y, definitivamente, he aprendido a preguntar exactamente qué es lo que quieren saber. Porque pocas cosas son tan inútiles como llenar un formato contestando cosas que no están preguntando.