Entre el desayuno con la familia de mis hijos y el almuerzo con mi familia y la cena en mi casa, pareciera que celebramos las fiestas comiendo. Supongo que es una forma tangible de sentir el cariño, nada tan poderoso como la química de la comida para disparar sensaciones de felicidad. Si no piensen cómo se sienten después de un plato de pasta o unas tortillas o un helado.
La comida es un atajo hacia las emociones y los recuerdos. Abre las puertas del tiempo junto con el olfato y nos regresa a personas y situaciones especiales. A mí me es más sencillo recordar acontecimientos por lo que estaba comiendo que por la ocasión en sí. Una de esas tarjetas de memoria que disparan los conocimientos asociados.
Es rico comer con la gente que uno quiere. Hacerles las cosas que les gustan. Lo que me cae mal es engordar tan fácil. En mi interior luchan una gorda reprimida y una vanidosa. Algún día dejaré que triunfe la gordita y tal vez seré feliz.
Espero que todos hayan pasado unas felices y celebradas fiestas. Que se hayan rodeado de personas que les demuestren que los quieren. Y que, si estuvieron tristes, les hayan dado un buen abrazo.