Desde que me creció el busto, hice los hombros para delante. Una de las posiciones más dolorosas de yoga, con los brazos debajo del cuerpo, me es cómoda. Porque los hago para delante. Es una cuestión de protección, pero ahora no me sirve. Necesito aprender a abrirme.
Las posturas corporales informan al mundo de cómo nos sentimos, pero también nos dicen a nosotros cómo debemos sentirnos. No se puede llorar con una sonrisa, por más que sea fingida. Todo está en la forma que nos presentamos, la apertura que estemos dispuestos a tener, la seguridad de nuestros pasos y el ángulo de las comisuras de la boca.
Trato de pararme distinto ahora. El yoga y la felicidad (al menos su aproximación), me ayudan. Además, es más fácil defender una postura abierta, del lado, que cerrada.