Para cambiar de opinión, primero hay que admitir que uno se equivocó en un principio. Tal vez es por eso que es tan difícil. Pero si uno está dispuesto a entender que no siempre toma las mejores decisiones, que las circunstancias son distintas de como uno creía o simplemente no midió bien las consecuencias, recular es un regalo divino.
No se trata de ser una veleta. Se trata de medir y ponderar bien qué prefiere uno. Y agradecer la oportunidad de modificar. No siempre se puede.
Los cambios son de esperarse. La vida es impredecible. Y podemos ser amables con nosotros mismos. Porque no somos infalibles. Porque podemos tener empatía. Y porque no todo está escrito en piedra.