Ir en contra

Hay un dicho irlandés acerca de la dirección del viento y la expulsión del agua, que es demasiado cierto, como cualquier buen dicho. Caminar contra la resistencia cansa, presenta un mayor esfuerzo y debería evitarse. Es como decía mi papá, que todo tiene modo y siempre es suavecito.

Pero hay una diferencia esencial entre ir en contra, o usar la fuerza para algo. Y cualquiera que haya hecho volar un barrilete puede entender la utilidad de la resistencia. En general, el viento como el resto de fenómenos de la vida, no tienen valor. Sólo las consecuencias pueden dañar y allí es cuando comenzamos a acumular emociones sobre hechos neutros.

A todos nos suceden cosas que tienen repercusiones negativas. Eso es seguro. Pero podemos aprovechar cualquier impulso que no den y redireccionarlo a nuestra conveniencia.

La fila correcta

El carril de al lado, que es cualquiera en el que no estoy, siempre se mueve más rápido. Y me toca con frecuencia un cliente indeciso y lento antes que yo para pedir helado. O la señora que lleva media carreta de súper quiere pagar con monedas. En donde sea que haya una sola salida, allí ae traba la cosa, invariablemente.

Es una pena cómo nos perdemos de todos esos momentos para tomar un respiro y escucharnos pensar. La paciencia es un hábito aprendible. Justo al lado del dejar de tomarnos todo personal. No, el carro que va lento no lo hace por jodernos la existencia. Si ni siquiera nos ha visto la cara.

Hay muy pocas ocasiones que verdaderamente requieran una exactitud de velocidad para llegar. No, no condono la impuntualidad. Menos yo, que soy puntual como la muerte. Pero si estoy haciendo cola, da tanto lo mismo cinco minutos más o menos. No es que tenga mucha paciencia. Es que es mucho más grande (y creciendo) la esfera de cosas que no me parecen importantes, junto con la cantidad decreciente de mi capital emocional como para gastarlo enojándome con gente a quien no le sé ni el nombre que después olvidaría. Que pasen los carros.

Uno habla de lo que sabe

Cuando me examiné para privados, el mejor consejo que me dieron es “no conteste lo que le pregunten, conteste lo que sabe”. Y, en general, es una forma de pasar por la vida, haciendo parecer que uno tiene algo de conocimiento. El detalle está en que es tan poco, ínfimo lo que realmente conocemos y tanto, tanto lo que ignoramos, que generalmente nos repetimos. Demasiadas veces.

El mundo no sólo es vasto. Es imposible percibirlo todo. Tenemos el propio límite de nuestros sentidos, que no procesan la totalidad de la información que les llega. Hay frecuencias que no escuchamos, ondas visuales que no vemos. Y eso sólo con respecto a rangos que se salen de lo que ya hacemos. Creo que ni siquiera podemos imaginar qué no percibimos, por el simple hecho que nos es desconocido. ¿Cómo saber que uno ignora algo que no sabe que existe?

Cuando uno está con otra persona, también está frente a otro mundo. Uno nuevo. Aunque ya conozcamos a quien nos acompaña. Porque no sabemos qué partes aún quedan por descubrir. A mí me cuesta mucho no hablar de lo que sé. Que es poco y variado. Tal vez lo que más esfuerzo me requiere es escuchar. Pero, soy tan curiosa, que eso me empuja a poner atención. Porque siempre puedo descubrir algo nuevo.